Más de 130 civiles asesinados este verano por terroristas en Niger

Níger vive meses especialmente trágicos con más de 130 civiles asesinados desde finales de junio a sangre fría mientras trabajaban en sus campos en varias regiones del sur y oeste del país, las más afectadas por bandas terroristas que buscan obligar a la población a abandonar sus tierras.

Según un recuento hecho por Efe, entre el 30 de junio y el 19 de agosto los ataques terroristas en este país que forma parte de la inestable región del Sahel, provocaron también decenas más de heridos en las regiones de Maradi y Tillabery.

Pero el balance real es posiblemente mayor, ya que no se refleja los casos aislados de asesinatos en estas zonas altamente rurales y dependientes de la agricultura.

Los ataques en Níger, país a la cola mundial de desarrollo humano según la ONU, provocan además la huida de cientos de personas que se ven obligadas a abandonar sus hogares en unas regiones afectadas por la inseguridad.

En los últimos años, en el país extienden su influencia dos grupos yihadistas, el Estado Islámico en el Gran Sahara (EIGS) y el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, por sus siglas en árabe), afiliado a Al Qaeda, además de la secta Boko Haram.

Al fenómeno terrorista se le une el cambio climático que afecta al Sahel. En las últimas semanas se han registrado fuertes precipitaciones en Níger que han provocado 60 muertos, según el recuento oficial ofrecido este viernes.

YIHADISMO Y BOKO HARAM

La región de Tillabery, al oeste del país y colindante con Mali y Burkina Faso, encabeza la lista de ataques, con una decena en los últimos dos meses, coincidiendo con el arranque de los trabajos en el campo de la temporada estival.

El más sangriento ocurrió el 16 de agosto en la aldea de Darey-Dan, donde 37 personas fueron masacradas mientras trabajaban en los campos, entre ellas 14 niños y 4 mujeres.

Le sigue el ataque perpetrado en Daikoukou el 28 de julio con 18 muertos y el de Wiye dos días antes con 13 víctimas mortales.

La segunda región que más sufre el terrorismo es Maradi, en el centro sur del país, donde bandas armadas provenientes de Nigeria se dedican a robar ganado.

“Los ataques de estas bandas han causado la muerte de al menos una quincena de aldeanos”, afirma a Efe al teléfono Mahamadou Abdou, una autoridad local, que añade que “normalmente se contentan con llevarse el ganado, pero a la mínima tentativa de resistencia matan, saquean las casas y se hacen con rehenes para exigir un rescate”.

En otras dos regiones tradicionalmente afectadas por el terrorismo, Diffa (en el extremo sudoeste del país) y Tahoua (en el centro norte), la situación se mantiene más tranquila y desde julio no se ha producido ninguno de envergadura.

A Diffa sí le afecta el ultimátum que lanzó este agosto la secta Boko Haram prohibiendo a las poblaciones locales ejercer la pesca y la agricultura, actividades económicas claves.

Pero esta instrucción ha quedado en letra muerta. “Gracias al trabajo militar en las localidades más expuestas a ataques recurrentes de Boko Haram, como Baroua, a donde ha vuelto su población después de años de abandono forzado de sus territorios, estas actividades se han retomado. El ultimátum no ha tenido ningún efecto”, sentencia Maïna Boulama, un habitante de la región.

“QUIEREN MATARNOS DE HAMBRE”

Los terroristas actúan normalmente montados en decenas de motocicletas, violando la prohibición de circulación de vehículos a dos ruedas impuesta a los civiles en Diffa, Tillabéry y Tahoua, en estado de emergencia desde febrero de 2015, fecha del primer ataque de Boko Haram.

Antes del comienzo de la temporada agraria, solían acudir a los mercados semanales para matar a los civiles y amenazarlos si no pagaban un impuesto revolucionario, pero desde su inicio en junio han cambiado de modo de actuar y asesinan en los campos.

Para Soumaila Larabou, jefe del cantón de Anzourou, en Tillabéry, la situación es insostenible. “Todos los habitantes del cantón que tienen tierras un poco alejadas de las aldeas han parado de trabajar”, explica a Efe.

“Nuestra principal fuente de subsistencia es la agricultura y la ganadería. Los terroristas se han llevado a todos nuestros animales y han quemado nuestros graneros durante la temporada seca. Ahora quieren matarnos de hambre impidiéndonos explotar los campos para que nos vayamos definitivamente”, afirma Larabou.

PERSPECTIVAS POCO HALAGÜEÑAS

En Anzourou, la presencia militar en las aldeas tras la vuelta de sus poblaciones en junio permitió instaurar una relativa calma en la zona. “Pero, ¿cuánto tiempo durará eso?”, se pregunta Larabou.

Alzouma Seydou, un activista en temas de paz y seguridad de Tillabéry, teme un aumento de los ataques a los aldeanos en los campos.

“De seguro -apostilla-, los ataques terroristas todavía tienen por delante mucho recorrido, a causa de la incapacidad de nuestros gobiernos de crear las condiciones para asegurar las fronteras”.

Para el activista, tanto el G5 Sahel (grupo de países de la región), como la fuerza militar francesa Barkhane (desplegada en Mali y en proceso de repliegue) y la Minusma (misión de la ONU en Mali) “han mostrado sus límites”.

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EFE

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