Huérfano y mutilado con 8 años, Ammar Jafran es una de las vidas rotas en la guerra de Yemen

Todavía en estado de shock desde que hace 10 meses un bombardeo acabase con buena parte de su familia y le dejara sin una pierna, Ammar Jafran, un niño yemení de ocho años, espera en silencio su sesión de adaptación a una pierna artificial en un centro prostético de Saná.

“Apenas habla desde esa noche en que la aviación saudí nos bombardeó”, explica a Efe Ali Jafrán, su tío, mientras un técnico masajea lo que le queda del muslo del pequeño.

Ammar Jafran es solo uno de los miles de niños que cargan con las heridas profundas y difíciles de cicatrizar de una guerra que dura ya cinco años y que parece no tener fin.

Su vida dio un giro dramático cuando la noche del pasado 16 de febrero un ataque de la coalición de países árabes que apoya al Gobierno de Yemen internacionalmente reconocido contra los rebeldes hutíes mató a la mayor parte de su familia en el distrito de Al Masluob, en el noroeste del país.

Ammar Jafran tuvo la fortuna de sobrevivir, pero perdió la pierna derecha y ahora el acto de caminar le supone un ejercicio laborioso y muy doloroso.

“Era alrededor de la una y media de la madrugada cuando las bombas comenzaron a caer sobre el pueblo”, recuerda su tío.

Explica que el ataque aéreo alcanzó una casa adyacente a la de Ammar Jafran y él su familia corrieron a buscar refugio bajo los árboles de unos cultivos cercanos.

Media hora después, una bomba les alcanzó, haciendo saltar al chico por los aires con varias heridas y fracturas y matando a varios de sus familiares.

En el bombardeo murieron en total 31 civiles y otros 12 resultaron heridos, según cifras de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios.

Entre los fallecidos estaban la madre, la madrastra, el abuelo cuatro hermanos, una hermana y un tío de Ammar Jafran.

Las otras 22 víctimas mortales también eran miembros, aunque más lejanos, de su familia, incluidos algunos de los que acudieron a auxiliar a los heridos y a recuperar los cuerpos de los fallecidos, que fueron alcanzados en las consecutivas pasadas de los aviones de la coalición.

Entre los primeros que acudieron al rescate estaba Ali Jafrán, que fue quien encontró a su sobrino y lo llevó al hospital más cercano, el de Al Ahzm, la capital de la provincia de Al Jawf, donde le tuvieron que amputar la pierna.

El ataque fue aparentemente una represalia por el derribo de un caza de la coalición por los rebeldes hutíes.

La alianza de países árabes, liderada por Arabia Saudí, participa en la guerra de Yemen desde que en marzo de 2015 salió en ayuda del Gobierno del presidente Abdo Rabu Mansur Hadi, que había sido expulsado de Saná unos meses antes por los hutíes, respaldados por Irán, y está exiliado en Riad.

Desde entonces, han muerto en Yemen alrededor de 233.000 personas por la guerra y otras causas relacionadas con ella, mientras que decenas de miles han resultado heridas, según los últimos cálculos de la ONU.

“A Ammar Jafran No solo le han arrancado la pierda, también su vida”, lamenta el tío del niño, enfrentado a un futuro incierto ya que tuvo que dejar la escuela a causa de la herida.

Muhammad Jayash, el técnico jefe del centro prostético donde le atienden, asegura que el chico está afectado psicológicamente y que, además de una prótesis, necesita mucho apoyo este sentido.

“Antes de obtener la pierna artificial, necesita rehabilitación psicológica”, afirma.

Ammar Jafran y otros menores que ha perdido alguno de sus miembros simbolizan “la indescriptible crueldad de la guerra” que sufren los yemeníes, lamenta Jayash.

EFE

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