Artificieros ucranianos se enfrentan al reto de desminar un tercio del país

Los artificieros ucranianos se enfrentan a desafíos sin precedentes mientras tratan de limpiar grandes áreas del territorio de las minas colocadas por los rusos y la artillería sin explotar al tiempo que minimizan las pérdidas en sus filas.

«Todos los que vienen a ayudarnos desde el extranjero dicen que nunca han visto nada igual en ninguna otra zona de guerra del mundo», dice a EFE Vlad Sokolov.

A sus 28 años, lleva diez sirviendo en los Servicios de Emergencia del Estado de Ucrania y está especializado en suministrar primeros auxilios a las víctimas de situaciones de emergencia.

Sin embargo, cuando comenzó la invasión rusa hace ya casi 11 meses empezó a recibir entrenamiento en labores de desminado, pues estaba claro que Ucrania necesitaría muchos más artificieros.

«Todos los tipos de minas antipersona y antitanque, misiles sin explotar, bombas y proyectiles, Rusia usa todo su arsenal en Ucrania», dice Sokolov, y señala que limpiar todas las zonas contaminadas por los explosivos llevará años.

Según las estimaciones del Servicio de Emergencias, aproximadamente un tercio del territorio ucraniano, unos 174.000 kilómetros cuadrados -una superficie similar a la extensión de Uruguay- deberá ser revisado por artificieros.

Sokolov y cientos de sus compañeros han trabajado en las diversas regiones que han sido escenario de combates, desplazándose de Kiev a Jersón (sur) y Kramatorsk (este).

Explica que las áreas más densamente pobladas tienen prioridad ya que el objetivo principal de los artificieros es salvar vidas humanas, lo que implica que zonas como los grandes bosques cerca de la capital ucraniana deberán esperar.

Una vez que un pueblo o una ciudad son retomados del control ruso, con frecuencia los artificieros son los primeros en entrar, antes de que lo hagan otras fuerzas o de que puedan regresar los civiles.

«Cuando se trata de limpiar edificios administrativos, puede haber trampas explosivas en cualquier sitio, dejadas por los rusos», dice Sokolov, aunque en muchos casos son los vecinos los que avisan a los artificieros de dónde pueden hallar bombas sin explotar.

Las numerosas muertes entre los artificieros ucranianos son un recordatorio de los desafíos a los que se enfrentan en su día a día.

Tres especialistas murieron a finales de diciembre cuando una mina antitanque rusa explotó de improviso en las manos de uno de ellos, tras haber acudido al llamado de un agricultor que halló un objeto sospechoso en la parte de la provincia de Jersón retomada de los rusos.

Según declararon entonces sus compañeros a la prensa ucraniana, los rusos con frecuencia modifican las características de los explosivos para hacerlos más peligrosos o los esconden en lugares inesperados.

Sokolov opina que la manera en la que los rusos emplean las minas con frecuencia difiere de lo que se podría esperar desde un punto de vista militar, ya que su objetivo es sencillamente matar al mayor número posible de ucranianos.

Esto hace que localizarlas y desactivarlas de forma segura sea especialmente complicado. «A veces tiene todo un aspecto tan caótico que parece que buscan formas rápidas de librarse de las enormes cantidades de explosivos de que disponen», afirma el artificiero.

Entre los explosivos más peligrosos, Sokolov destaca las conocidas como «minas mariposa», que pueden ser distribuidas en grandes cantidades desde helicópteros o aviones y son especialmente difíciles de avistar.

También las municiones de racimo disparadas de forma rutinaria por los lanzacohetes múltiples rusos son extremadamente peligrosas, ya que muchas de ellas no detonan en el momento del impacto, pero pueden hacerlo más tarde.

Evitar más muertes entre los artificieros ucranianos es posible pero muy difícil, cree Sokolov.

«La única manera de salvar vidas es mantener a los artificieros lo más lejos posible de los explosivos a través de la mecanización y la robotización del trabajo», señala, en referencia a uno de los ámbitos en los que ha estado trabajando recientemente.

A pesar de los riesgos y de la tensión cotidiana, Sokolov siente que está en el lugar adecuado. «Siempre he sentido que necesito ayudar a los demás. Es algo que me da fuerzas», remarca.

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EFE

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