La doble vulnerabilidad de ser mujer y refugiada

“Ser mujer y refugiada supone, en muchos casos, una mayor exposición a sufrir vulneraciones de derechos y violencia”, asegura a EFE Nuria Díaz, de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), quien recuerda la importancia de tratar estas situaciones sin “perder el foco” de la perspectiva de género.

“Y no se debe perder”, prosigue Díaz, coordinadora de Incidencia en CEAR, porque “más allá de su tratamiento y consideración de personas con necesidad de protección, hay que prestarles especial atención por el hecho de que muchas de ellas son niñas”.

En el mundo existen 84 millones de desplazados forzosos, de los cuales 26,6 millones son personas refugiadas, según datos de ACNUR. De todos ellos, alrededor del 50% son mujeres.

Las razones para que ellas salgan de sus países de origen son variadas, pero su género hace que se acentúen algunos peligros o incluso se generen otros específicos.

El caso más actual es el de las familias que abandonan Ucrania, que son “monoparentales, encabezadas por mujeres, que llevan sobre sus hombros la carga de toda la familia, incluso a los hijos de hermanas o primas que por alguna razón no han podido salir y quieren poner a salvo a sus niños”, indica María Jesús Vega, portavoz en España del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Tras decretarse la Ley Marcial en ese país invadido por Rusia, todos los civiles deben convertirse en soldados, por lo que se ha prohibido la salida del país a los hombres de entre 18 y 60 años. Ello supone que la mayor parte de las personas refugiadas en este conflicto sean mujeres, niños y ancianos.

Por eso, incide también Vega, es fundamental trabajar la perspectiva de género, porque la vulnerabilidad de estas mujeres y los riesgos que corren “los conocemos y sabemos que existen”.

EL GÉNERO COMO FACTOR DE RIESGO

“Hay una serie de violencias y de persecuciones que afectan especialmente a las mujeres y, en algunos casos, únicamente a las mujeres”, afirma Díaz, quien cita entre ellos “las violencias sexuales, la trata con fines de explotación sexual que afecta mayoritariamente a mujeres y a niñas, el aborto selectivo o los matrimonios forzados”.

Los datos que recoge la organización Accem al respecto son claros: una de cada cinco mujeres refugiadas ha sufrido violencia física o sexual, el 98% de las víctimas de explotación sexual son mujeres y, en el mundo, alrededor de 200 millones de mujeres y niñas sufren la Mutilación Genital Femenina en alguna de sus formas.

En situaciones de conflicto armado “las mujeres son un botín de guerra”, explica la portavoz de ACNUR: “La violencia sexual suele estar extendida, se hace que tengan un hijo del enemigo para humillarlas y que su comunidad propia luego la desprecie, se dan esterilizaciones forzosas… Hay un montón de violencias en conflicto hacia mujeres”, dijo.

Las agresiones contra mujeres se han incrementado “de forma bastante fuerte” debido a la pandemia, comenta María Jesús Vega, lo que “ha terminado por dar marcha atrás en los logros que se habían conseguido en igualdad de los derechos de las mujeres”.

Los peligros para ellas no cesan una vez huyen del país, sino que continúan en su tránsito: “La falta de vías legales y seguras para obtener protección en un país a veces condena a las mujeres a iniciar trayectos migratorios en los que son víctimas de violencias que no han sufrido en origen”, denuncian desde CEAR.

EMPODERAR EN LA ACOGIDA

Según la Convención de Ginebra, la persecución por motivos de género es una de las razones para otorgar la condición de refugiado, algo que en España se estableció con la Ley de Asilo 12/2009.

Con el refugio concedido, estas personas reciben ayudas de las organizaciones y del Estado para rehacer sus vidas, pero tan importante como la acogida es el empoderamiento, señala la siria Basma Dali.

Dali, que llegó en calidad de refugiada a España en 2014, es ahora es una periodista especializada en migraciones y explica que a las mujeres refugiadas muchas veces se les trata constantemente “como si fueran víctimas, cuando aunque hayan pasado por situaciones complicadas, son más que eso. Hay que tocar la parte influyente, la parte positiva, para hacerlas más poderosas, más fuertes”.

Esta misma idea la defiende desde ACNUR María Jesús Vega, que ve a las mujeres como “el motor de la sociedad”.

“Es impresionante la capacidad que tienen de salir adelante, de reinventarse. Por eso es fundamental trabajar el empoderamiento: que tengan espacios y se las incluya en la toma de decisiones, que puedan llevar las riendas de su vida”, reivindica.

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EFE

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