Descubriendo la relación entre el estrés, la alimentación y nuestros antojos calóricos

Cuando el estrés nos abruma, muchos de nosotros encontramos consuelo en la comida, especialmente en dulces y alimentos grasos. ¿Pero por qué sucede esto? Un nuevo estudio realizado por científicos del Instituto Garvan de Investigación Médica en Australia arroja luz sobre esta relación y revela que hay más factores involucrados de lo que imaginábamos.

El estrés y la mala alimentación: ¿por qué nos inclinamos hacia los alimentos calóricos?

El estudio se llevó a cabo en ratones, dividiéndolos en diferentes grupos para analizar cómo respondían a situaciones de estrés y a distintos tipos de alimentación. Los resultados revelaron dos tipos de respuestas: aquellos a quienes el estrés les cierra el estómago y aquellos que, por el contrario, aumentan su ingesta de alimentos, especialmente aquellos ricos en azúcares y grasas. Es evidente que la mayoría de las personas se identificará con este último grupo.

Los investigadores se propusieron determinar si la alimentación previa influía en esta conducta y si satisfacer los antojos calóricos era suficiente para mitigar el estrés. Descubrieron que, al igual que en los ratones, satisfacer esos antojos solo generaba la necesidad de más alimentos calóricos, creando un ciclo vicioso de consumo desmedido.

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La investigación se centró en una región cerebral llamada habénula lateral, responsable de inhibir las señales de recompensa una vez que se considera que se han satisfecho las necesidades alimentarias. En los ratones estresados, se observó una disminución en la actividad de esta región, lo que generaba una continua señalización de recompensa, incitándolos a seguir comiendo en exceso.

Para explorar aún más esta relación, se ofreció a los ratones la opción de elegir entre agua y una bebida endulzada con sucralosa, un edulcorante artificial. Los ratones estresados mostraron una preferencia por la bebida endulzada, mientras que los no estresados optaron por el agua sola. Sin embargo, cuando se introdujo un tercer grupo de ratones que habían tenido una dieta normal antes de experimentar estrés, no se observó una preferencia por la bebida endulzada. Esto demuestra que no es solo el estrés en sí mismo lo que nos impulsa hacia los alimentos calóricos, sino la combinación de estrés y una mala alimentación previa.

Cuando nos enfrentamos al estrés, nuestro cuerpo requiere una mayor cantidad de energía y puede activar el mecanismo de “lucha o huida”, preparándonos para enfrentar la amenaza. Este aumento en la demanda energética nos impulsa a buscar alimentos calóricos como una fuente rápida de energía. Sin embargo, si nuestra dieta previa ya era rica en calorías, el impulso de satisfacer esos antojos se vuelve cada vez más intenso, lo que puede llevarnos a hábitos alimentarios peligrosos.

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Este estudio destaca la importancia de mantener una alimentación saludable durante períodos de estrés. Aunque nuestros instintos nos impulsen a buscar alimentos reconfortantes, a largo plazo, optar por una dieta equilibrada y saludable será beneficioso para nuestra salud física y mental.

En conclusión, comprender la relación entre el estrés, la alimentación y nuestros antojos calóricos nos brinda una oportunidad para tomar decisiones informadas y adoptar hábitos alimentarios saludables incluso en momentos difíciles. Nuestro bienestar general se verá recompensado al priorizar una alimentación equilibrada y satisfacer nuestras necesidades emocionales de formas más saludables que la comida.

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