El Foro Romano muestra la atracción de Napoléon por el mito de Roma

La gran atracción de Napoleón por la antigua Roma vista a través de pinturas, esculturas, medallas y otras obras es el eje de la exposición “Napoléon y el mito de Roma” en los Mercados de Trajano, en el Foro, que conmemora el bicentenario de la muerte del emperador.

La muestra, abierta hasta el 30 de mayo, se divide en tres grandes secciones: la influencia del mundo clásico en Napoleón, la relación de Bonaparte con Italia y en particular con Roma y los modelos antiguos en el arte y la épica napoleónica, tal y como constató Efe en una visita para la prensa.

Entre las piezas expuestas en los Mercados de Trajano se encuentran esculturas de Antonio Canova, así como otros bustos del emperador francés y de personajes clásicos, copias de conocidos retratos -como “Napoleón cruzando los Alpes”, de Jacques-Louis David– o el original “Napoleón con su hábito de coronación”, de François Gérard.

Aunque Napoleón no llegó a visitar la actual capital italiana, sintió fascinación por la historia antigua desde que era un joven estudiante de la Escuela Militar de Brienne, hasta el punto de que llegó a hacer suya mucha de la simbología romana, como la corona de laurel o el águila imperial, y consideró Roma la segunda ciudad de su imperio solo por detrás de París.

Coronado como Rey de Roma en el Duomo de Milán el 26 de mayo de 1805 -menos de un año después de haber sido proclamado emperador por el papa Pío VII en la catedral parisina de Notre Dame- Napoleón nunca logró concretar su viaje a la capital italiana, para el que la ciudad se preparó durante años.

Sin embargo, el gobierno napoleónico emprendió acciones para revalorizar la emblemática columna de Trajano y sus alrededores. No en vano, la muestra “Napoléon y el mito de Roma” se expone en los Mercados de Trajano por esta razón.

Entre 1811 y 1812 comenzaron los trabajos en dicha parte de los Foros Imperiales y, ya desde 1833, el conocido como Foro de Trajano adoptó un aspecto muy similar al de hoy en día.

Pero, aunque las labores de excavación y rehabilitación permitieron dar un aspecto monumental a las inmediaciones de la columna, la intención inicial de Napoleón era trasladar algunos de estos restos a la capital de su imperio, París.

Algunas piezas fueron devueltas a Roma gracias al empeño del escultor italiano Antonio Canova, mientras que otras, como la columna de Trajano, por la que Napoleón sentía fascinación, nunca llegaron a irse de la ciudad.

En su defecto, tras la victoria en la batalla de Austerlitz (1805), el emperador mandó construir, a imagen y semejanza de la trajana, la columna de Vendôme, coronada por una escultura suya.

EFE

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