Científicos crean modelo para medir mejor las erupciones volcánicas antiguas

Científicos de la Universidad del Sur de Florida (USF) han desarrollado un modelo numérico avanzado para ayudar a establecer con mayor precisión el tamaño de las erupciones volcánicas del pasado, a partir del estudio de una sucedida en Ecuador hace 2.500 años.

Los resultados de esta investigación, dirigida por el candidato a doctorado de la USF Robert Constantinescu, fueron publicados en la nueva edición de la revista Communications Earth and Environment, de Nature, según informó la universidad en un comunicado.

El nuevo modelo constituye “una herramienta única en su tipo que puede ayudar a los científicos a comprender las erupciones explosivas pasadas que dieron forma a la Tierra y mejorar la forma de estimar los peligros de futuras erupciones”, agrega.

El equipo de la USF defiende que conocer las dimensiones de las “nubes paraguas”, lo que se puede realizar con el modelo desarrollado por ellos, es un factor determinante para medir con precisión el tamaño de las grandes erupciones del pasado.

Esas nubes, que se forman después de una erupción y se extienden lateralmente hacia la estratosfera, son las que extienden la ceniza volcánica a cientos de miles de kilómetros del volcán.

Los científicos señalan que los datos acerca de esas nubes son tan importantes como los basados en el estudio de los depósitos de tefra, las partículas de roca arrojadas al aire por el volcán.

Por eso proponen actualizar con los datos relativos a las “nubes paraguas” el Índice de Explosividad Volcánica (VEI), la escala más comúnmente usada por los vulcanólogos.

Constantinescu indicó que con el tiempo, los depósitos de tefra se erosionan y pueden proporcionar una imagen incierta de erupciones más antiguas y, además, los modelos actuales están limitados, porque asumen que todas las erupciones volcánicas crearon en su mayoría columnas verticales.

Esos modelos no tienen en cuenta las grandes erupciones explosivas que forman nubes de cenizas tipo paraguas que se extienden lateralmente, señala.

“Cuanto mejor podamos reconstruir la naturaleza de las erupciones pasadas a partir de los datos de los depósitos, mejor podremos anticipar los peligros potenciales asociados con futuras erupciones explosivas”, escribió el equipo en el artículo de la revista.

Los investigadores aplicaron su modelo al depósito de tefra de la erupción de Pululagua, un volcán ahora inactivo a unas 50 millas (80 km) al norte de Quito.

El volcán entró en erupción por última vez hace unos 2.500 años y el área es ahora una reserva geobotánica famosa por su biodiversidad y exuberante paisaje verde.

Además de Constantinescu participaron en este estudio la investigadora asociada Laura Connor, el profesor Chuck Connor, el profesor asociado Sylvain Charbonnier y el alumno de doctorado Alain Volentik, todos ellos de USF, así como Aurelian Hopulele-Gligor, de Cluj-Napoca (Rumanía); Costanza Bonadonna, de la Universidad de Ginebra, y Jan M. Lindsay, de la Universidad de Auckland.

El Grupo de Vulcanología de la USF es uno de los principales centros mundiales de ciencia volcánica y evaluación de peligros.

Hay alrededor de 1.500 volcanes potencialmente activos en todo el mundo, además de los que están bajo los océanos.

En 2020, hubo al menos 67 erupciones confirmadas de 63 volcanes diferentes, según el Programa Global de Vulcanismo de la Institución Smithsonian.

EFE

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