California es conocida por todos debido a sus playas de ensueño y a su clima mediterráneo, pero la localización y topografía de este estado hacen que cíclicamente sufra extremos fenómenos atmosféricos difíciles de predecir a causa, sobre todo, de la crisis medioambiental.
El también conocido como «Estado Dorado» experimentó el pasado verano su mayor sequía en 1.200 años de historia, al encadenar tres temporadas sin apenas precipitaciones, con el 95 % de su territorio en riesgo severo y con limitaciones de suministro de agua tanto para consumo humano como para zonas de riego.
Apenas seis meses después, California (EE.UU.) ha sido testigo de unas lluvias torrenciales inauditas en el último lustro que han provocado 20 muertos por inundaciones y deslizamientos de tierra, así como la declaración del estado de emergencia por parte del Gobierno federal de EE.UU.
A los expertos no le sorprende esta cambiante meteorología en California debido a que su clima mediterráneo se caracteriza por marcadas estaciones en las que las lluvias se producen de noviembre a marzo para nutrir a la región -que cuenta con costas, altas montañas y hasta desiertos- durante todo el año.
«Por su ubicación, en el lado oriental del Pacífico, se expone a ser golpeada por fuertes tormentas acumuladas en el océano y, debido a su escarpada topografía, concentra grandes cantidades de nieve», detalló Matthew Igel, profesor adjunto en el Departamento de Recursos Hídricos de la Universidad de California en Davis, a EFE.
No obstante, especialistas como Jairo Díaz-Ramírez, director del Centro de Investigación y Extensión del Desierto en la Universidad de California, explicaron que el «problema» radica en que el cambio climático hace «impredecible» saber si la temporada seca o la de lluvias será más o menos intensa.
«La enorme emisión de gases de efecto invernadero ha hecho que suban las temperaturas medias del océano, así como de la superficie terrestre, y su monitorización cada vez es menos fiable para conocer si se avecinan fenómenos como las tormentas», concretó Díaz-Ramírez en una entrevista con EFE.
La crisis climática ha roto los esquemas a los profesionales del Centro de Predicción Climática, una división del Servicio Meteorológico Nacional, quienes basaban sus pronósticos en dos patrones bautizados como El Niño y La Niña.
Un aumento de la temperatura de la superficie del mar en el Pacífico tropical (lo que se conoce como El Niño) parecía sinónimo de inviernos húmedos en el sur de California, mientras un descenso de la misma (La Niña) anunciaba sequías.
Semanas atrás, el Centro de Predicción Nacional estimaba que había un 50 % de posibilidades de que las precipitaciones de este año fueran inferiores a la media californiana.
Sin embargo, el área de San Francisco registró su período de 22 días más lluvioso desde 1982; Los Ángeles se encuentra ya al 90 % de las precipitaciones que suele recibir en todo un año; y Sierra Nevada, la cordillera que vertebra California, cuenta con un manto de nieve que supera su media anual en un 240 %.
En este contexto, nadie se atreve a tratar de pronosticar si próximamente California sufrirá la embestida de nuevas tormentas porque, según coincidieron Igel y Díaz-Ramírez, ahora «solo se podría predecir varios días antes».
El fenómeno que provocó las lluvias torrenciales en California se denomina río atmosférico y, según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, son columnas de vapor de agua que se desplazan desde los trópicos hasta el oeste de EE.UU. adoptando la forma de fuertes precipitaciones o nevadas cuando tocan tierra.
Una situación que se ve agravada por la posición geográfica de California, afectada por la conocida como corriente en chorro («jet stream», en inglés) que hace que atraiga tormentas.
«El ‘jet stream’ no es más que una estrecha corriente de fuertes vientos que ayudan a guiar las tormentas y hace que se desplacen hacia el norte y el sur de forma significativa durante los meses de invierno en California», concretó el profesor Igel.
EL «ESTADO DORADO» CONTINÚA EN RIESGO POR SEQUÍA
A pesar de las fuertes precipitaciones, el «Estado Dorado» no ha salido de la situación de riesgo por sequía. O, al menos, no del todo.
Las lluvias de las últimas semanas han permitido que quince de las reservas de agua de California, incluida la del lago Shasta -la más grande del estado-, aumenten su capacidad haciendo que la mayoría superen el 60 % de su nivel total.
California ya no cuenta con el 40 % de su territorio en riesgo de sequía extrema pero, según indica el Departamento de Agricultura federal, continúa con el 95 % de su superficie sufriendo una sequía moderada.
En el que es el estado más poblado del país (40 millones de habitantes), las políticas sobre el uso del agua dividen a la sociedad por las limitaciones impuestas y enfurecen a las grandes industrias de la que también está considerada como la quinta economía del mundo después del propio EE.UU., China, Japón y Alemania.
En 2014, el Estado de California aprobó la Ley de Gestión Sostenible de las Aguas Subterráneas para crear agencias locales que optimizaran la recogida y utilización posterior, pero 8 años después los pozos continúan secándose y gran parte del agua de lluvia no se consigue almacenar.
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EFE
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